¿Afecta más lo desagradable que lo agradable?
Seguro que en el último mes, todos hemos tenido la experiencia de haber ido a algún sitio (a comprar el pan, a hacer la compra al supermercado, a viajar en autobús, o cualquier otro momento) y nos hemos encontrado con alguien que nos ha tratado mal: que ha discutido con nosotros, o que ni nos ha saludado ni despedido al atendernos, o que nos ha hablado de mala forma. Tras ese momento, que suele ocurrir inevitablemente cada cierto tiempo, a todos nos ocurre de irnos a casa con una mala sensación, con la experimentación de rabia, ira, tristeza o cualquier otra emoción negativa.
Por otro lado, si estamos en ese lugar público (tomando un café, viajando en metro, acudiendo a una biblioteca, etc.) y alguien nos trata muy bien, siendo muy amable, saludándonos y despidiéndonos, atendiéndonos en un tono muy cordial, también nos vamos a casa con una buena sensación, con una emoción de agradecimiento, de haber sido escuchado/a; con una emoción positiva, en resumen. En cambio, parece que esa emoción positiva, producto de haber experimentado esa interacción agradable, se prolonga menos en el tiempo: dura menos, se extingue con mayor rapidez, que la posible emoción negativa que sentimos cuando alguien “nos trata mal”.
Esto nos ocurre a todos los seres humanos: y, por cierto, también a todos los animales. Está comprobado que todos funcionamos con una cierta preparación para captar de forma intensa todo tipo de situaciones negativas, aversivas, desagradables. Como decíamos, como todos los animales:

Este ejemplo, extraído y adaptado del libro “¿Por qué las cebras no tienen úlcera?”, ilustra muy bien cómo todos, tanto nosotros en cuanto seres humanos, y las cebras, en tanto animales, estamos “de serie”, “de fábrica”, preparados para asimilar con gran intensidad todo tipo de situaciones desagradables, aversivas y amenazantes que puedan ocurrirnos, de forma que estemos preparados hacia ellas, que aprendamos a memorizarlas a fuego para así aprender a gestionarlas mejor en el futuro. Esto es algo adaptativo, que puede servirnos para aprender. Sin embargo, no es algo tan automático en nosotros el dotar de esa importancia a los eventos positivos, agradables, que nos ocurren, y las emociones positivas que se despiertan tras ellos: parece que las veamos como situaciones agradables, sí, pero “normales” o “cotidianas”, pensando: “la verdad es que sí, he pasado un buen momento, pero bueno, tampoco es para tanto, es lo normal”.
Quizás sí que podemos, como seres humanos con capacidad de razonamiento que somos, plantearnos si estamos concediendo en el día a día la misma importancia y la misma relevancia en nuestro estado de ánimo, en nuestra manera de actuar y ver el mundo, a las situaciones agradables y a las desagradables que vivimos.
0 Response to "¿Afecta más lo desagradable que lo agradable?"
Publicar un comentario